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Mostrando entradas de febrero, 2016

Te cabrea y mucho: micromachismos

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© G. Serrano. “Y perdona si los espinos de mis palabras rasgan el ropaje que hoy estrena tu ilusión” Briceida Cuevas Cob Sí, sí me ha pasado y varias veces. Eso fue lo que me respondí, con una rabia sorda, al ver el video “¿No te ha pasado?” que hace unos días difundió El Diario para hablar de lo que nunca se habla, pero se vive y se tolera con un silencio cómplice que nos daña a las mujeres y a la sociedad completa. El psicoterapeuta argentino, Luis Bonino Méndez, los define como “comportamientos invisibles de violencia y dominación que casi todos los varones realizan cotidianamente”. Prácticas que de tan comunes, se normalizan y dejan de apreciarse en toda su magnitud. Acciones que sutilmente oprimen y van configurando las relaciones de género en el hogar, en el trabajo, con los amigos. Discretas expresiones que autoafirman al hombre mientras van denostando a la mujer. ¿No te ha pasado? La intimidación, el hacerte sentir que “algo” puede suceder si no hac

Salimos ganando

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Son signos, voz, grafismos y gestos con los que uno se comunica. Es el primer idioma que aprende una persona, su lengua nativa, la que le transmiten sus padres. Irma Pineda, la poetisa, nos cuenta que sus abuelos solo hablaron diidxazá y que su madre y su padre aprendieron ya grandes y a golpes el español. También que, cuando nació, ellos quisieron darle un idioma que le facilitara habitar el mundo, así que -recuerda- en su casa solo le hablaban en español; “pero apenas cruzaba el corredor, la vida estallaba en zapoteco”.  La Organización de Naciones Unidas dice que es estratégica en la preservación de la identidad y que está ligada a la educación, la integración social y el desarrollo. Y por eso, en 1999 proclamó el 21 de febrero como el Día Internacional de la Lengua Materna. Para Briceida Cuevas Cob es el maya, lengua con la que escribe versos formidables como este: A yaamae juntúul tsaya’am ko’il peek’ ch’a’apachta’an tumen máako’ob. Najil naj ku pa’ata’al

Elegir: un mexicano por Madrid

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Parece lugar común, pero es cierto, con frecuencia nuestra mente se convierte en el enemigo a vencer. En 2005, el escritor de “La broma infinita” (1996, Little, Brown and Company), David Foster Wallace (1962-2008), dirigió a los graduados del Kenyon College uno de esos mensajes de pulsión que fisuran el cráneo y llegan al sistema nervioso central. Fisuras más, fisuras menos, les dijo que la certeza es siempre ciega y que una mentalidad hermética aprisiona de tal forma, que el prisionero ni siquiera se da cuenta de su encierro. También, ahí, frente a la que podría ser la siguiente generación de consumidores implacables y profesionistas frustrados, habló del verdadero valor de la educación, que no es enseñarnos a pensar, sino a elegir en qué ocupamos nuestros pensamientos. Hace siete años, Europa recibió a un mexicano que optó por salir de su país y apreciarlo a la distancia. Un diletante oriundo de Sinaloa con estudios en administración de empresas, lengua y literaturas hispáni

¿Qué es?

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© G. Serrano. ¿Qué es? – preguntan. Es Manu Fernández cuestionando qué hacemos viviendo juntos y cómo podemos vivir mejor. Él hablando, frente a un grupo de jóvenes en el MediaLab Prado de Madrid, de las ciudades como espacios de control, de la mercantilización de los lugares públicos, de las renuncias silenciosas –a los parques, a las plazas, a las calles- que generan una pérdida de valor social. Él explicando cómo las grandes urbes han perdido la capacidad para relacionarnos a unos con otros y se han convertido en polis banales, mecánicas, prohibidas, inhóspitas, excluyentes. Manu y su tesis doctoral “La Smart City como imaginario socio-tecnológico. La construcción de la utopía urbana digital”. Él, urgiendo la convergencia de disciplinas para “hacer ciudad”, sugiriendo visibilizar lo que oculta el asfalto y la contaminación, invitando a hacer de las urbes núcleos de innovación social y, de lo cotidiano, una pedagogía de lo urbano. © G. Serrano. ¿Qué

Pública 16: la cultura de ida y vuelta

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© G. Serrano. A la efervescente Plaza de Lavapiés llega el minibús M1 que pasa por las plazas de Olivar, Tirso de Molina, Jacinto Benavente, Matute, Santa Ana y Canalejas, antes de llegar a su último destino: Puerta del Sol-Sevilla. La gente aborda. En el trayecto, dos mujeres comentan resueltas cuáles son los mercados en los que prefieren hacer las compras, mientras un chico -dubitativo como todo aquel que desconoce el laberíntico Madrid callejero- observa inquieto el camino y pregunta a otro pasajero si esta ruta lo lleva a Puerta del Sol. Unos suben y otros bajan, cada parada es como cerrar un libro que no se termina de leer, un observar distante lo que siempre está cercano, el sístole y diástole de una metrópoli que se repite y se reinventa día tras día. El tiempo transcurre. Desciendo y camino unos metros, entre el ininterrumpido paso de los transeúntes y en medio de un frío pendenciero que intenta pegarse al cuerpo, que tiene las de ganar si no se usa la ropa

Crónicas de ida y vuelta Hacer Barrio

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© G. Serrano. Sucedió así: se reunieron en determinado centro cultural y, después de tratar los temas generales, formaron dos grupos en los que comenzaron a dialogar de los asuntos que a todos importan. En cada conjunto, alguno de los asistentes tomaba nota de lo que se decía y, otro más, iba dando turno a las participaciones. Primero hablaron del “qué” y cada uno, con elocuencia, fue externando su opinión sobre aquellas necesidades apremiantes que perciben en su barrio, en el lugar donde habitan, al que pertenecen, por el que transitan a diario y conocen bien. La conversación giró en torno a diversos temas, entre ellos urbanismo, movilidad y cuidado del medio ambiente. El prototipo de ciudad que determinará, por citar un caso, el uso que se dará en los años por venir a los espacios públicos, es algo que les preocupa. Por eso acudieron puntuales a esta cita, en sábado; es decir, en fin de semana, cuando por lo general no se piensa sino que se descansa. Hablaron de con