Un saludo entre vecinos (apuntes de verano 8)

Entrada trasera de la Biblioteca Escuelas Pías, barrio de Lavapiés, 
Madrid 2016. © G. Serrano.

De niña era común que escuchara a mis padres saludar a los vecinos. “¿Qué tal vecino?”, “Hasta luego vecina”, eran frases habituales entre los que compartían una misma calle y formaban parte de un barrio o, lo que es lo mismo, de una comunidad. Lo recordé porque el otro día, al salir por la mañana, me topé de nuevo con el señor esquelético de voz nasal que muy sonriente, cada vez que nos encontramos, me dice: “Hola, vecina”. Siempre cruzamos miradas por unos segundos y luego cada cual sigue su camino. Nada de esto tendría la menor importancia si no fuera porque se trata de un hombre sin techo que por las noches y de momento, se las ingenia para acomodar algunos cartones y hacerse de un "hogar", justo frente al mío, en un rincón a la entrada de la Biblioteca Escuelas Pías (UNED). Un hombre que, en medio de la precariedad en la que sobrevive, aún conserva el sentido de pertenencia  a una comunidad, ese vínculo que el forcejeo cotidiano en las grandes urbes lentamente nos quita como hace el otoño con las hojas de los árboles, dejándonos desprotegidos. Ahora, cuando pienso en esta escena, lo primero que viene a mi mente son las reflexiones de Pavese sobre la poesía que “no nace del trabajo, de la normalidad de nuestras ocupaciones, sino de los instantes en que alzamos la cabeza y descubrimos con estupor la vida”. Con un simple saludo entre vecinos.

* También puedes leer "San Sebastián en trozos de papel".

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