¿Importa la cultura en un mundo tecnologizado? (parte II)

Tianguis dominical en El Rastro. Plaza de Cascorro, barrio de Lavapiés Madrid. 2018 © G. Serrano.

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¿Importa la cultura en un mundo tecnologizado? ¿Qué peso real le atribuimos en nuestras vidas? ¿El de mero entretenimiento o una herramienta con poder transformador?

No se trata de polemizar, sino de hacernos de herramientas para contrastar y comprender. Esto es lo que piensan quienes se dedican a comunicar la cultura en cualquiera de sus manifestaciones. Comencemos por el escritor Javier Marías, sobre la situación en general:

"Si la gente vive contenta sin cultura, pues allá ellos. Hay gente que, por no conocer la literatura o el pasado, se pierde la capacidad de entender el mundo y a uno mismo, que es una de las cosas para las que sirve la literatura. Hay personas que aseguran que les basta con ganar un sueldo y divertirse. Bueno, la literatura siempre ha sido minoritaria. La diferencia con hoy es que antiguamente, los lectores transmitían sus conocimientos al resto de la sociedad en mayor o menor grado. Los que no habían leído «El Quijote» estaban familiarizados con su figura, igual que con Ulises o Aquiles. Esa transmisión se ha perdido. El saber de los que leen hacia los que no leen ya no llega". (La Razón, 16 de febrero de 2018).

En el caso de la periodista Delia Rodríguez, sobre el uso de Internet:

"Nadie sabía hace 25 años que íbamos a ir siempre con un pequeño ordenador de bolsillo y nadie sabe qué llevaremos dentro de otros 25, cómo serán nuestros cuerpos, dónde viviremos y a qué dedicaremos el tiempo. Por interesante que sea especular, llega un momento en el que el análisis o el periodismo pueden hacer poco y deben retirarse en favor de la literatura, que siempre ha sido más hábil pintando de color plateado cosas que en el fondo son un poco cutres". (El Diario, 7 de enero de 2018).

Y la filósofa Marina Garcés, sobre el valor de las humanidades:

[Las humanidades] "no son un patrimonio a conservar, sino un ecosistema en el que nos jugamos aspectos fundamentales de nuestras vidas, especialmente los menos ricos y por tanto más sujetos a las transformaciones del actual sistema de reproducción social. Lo que está en disputa hoy no es si hay más o menos asignaturas de letras en los curriculums, sino qué sentidos de la experiencia humana podremos compartir y elaborar en condiciones de igualdad y de reciprocidad". (El Confidencial, 18 de febrero de 2018).

Y el director de teatro Josep Maria Flotats, sobre el pensamiento y la palabra:

"Yo no encuentro voltaires, debería haberlos. Los necesitamos, como intelectuales y pensadores, pero también como hombres de acción. ¡Necesitamos unos cuantos voltaires en las cumbres de Davos, ja ja ja! No los hay y los que hay están o un poco censurados, un poco apartados o no se les da el protagonismo que deberían tener. Estamos en una sociedad de consumo exacerbado, la palabra no se usa como denuncia sino como soporte del ocio entendido como reír y beber. ¿Reír de qué? ¿Beber de qué? Se abarata la calidad. Y no solo la calidad del espectáculo, sino la de las ideas". (El País, 31 de enero de 2018).

Después de esta lluvia de ideas, sin mayor preámbulo y a manera de provocación para que cada uno elija al azar sus lecturas y extraiga otras, sus conclusiones personales, comparto el segundo bloque de artículos (publicados en 2015) que nos sugieren una manera distinta de aprender y aprehender la realidad más allá de la viralización de memes y del seguimiento al trending topic más controvertido de la semana.

Eros tremendum

Obviamente no será viendo 50 sombras de Grey, como Eros, el hijo de Hermes y Afrodita y el gran responsable de causar desasosiego en los corazones, nos develará los misterios que encierra la sensualidad, el placer, la atracción sexual, el amor y el sexo. Eros no es industria sino arte y como tal, tiene una concepción exquisita de la estética, por lo que para mostrarse prefiere un desnudo del fotógrafo francés Jeanloup Sieff. Le gusta transgredir los límites impuestos en cada época, por eso se identifica con la desafiante propuesta del norteamericano Larry Clark y la controvertida obra del artista japonés Nobuyoshi Araki. Eros habita las noches, aparece a la hora en que un día se une al siguiente. Es una actitud, una mirada que facilita el encuentro de dos torsos descubiertos, como las que aparecen en los retratos del alemán Jo Schwab. Seguir leyendo.


Hay ciertas cosas que jamás podrán ser virtuales, que no se pueden adjuntar como un archivo ni transmitir por medio de un tweet. Hay ciertas cosas que son irremediablemente cuestión de presencia, de piel. Cosas que se palpitan y se huelen como el santo olor de la panadería, el mismo que inspiró a Ramón López Velarde para escribirle a la Suave Patria. Seguir leyendo.


Hace ya un tiempo, leyendo A ustedes les consta, antología de la crónica en México (Era, 2010), obra de Carlos Monsiváis -el escritor y el ícono que hizo del humor una seducción literaria- tropecé con una frase que hasta el día de hoy escolta mi trabajo y da nombre a la bitácora digital y pequeño paraíso de las letras, el blog Escribir es poblar, un espacio que no es sino uno de los intemporales y jugosos frutos que proceden de esta terquedad de leer. No estoy contando nada nuevo, algo similar le sucedió a la escritora y lectora voraz Margo Glantz, quien recientemente publicó en el periódico La Jornada una serie de artículos relatando pasajes de su biografía colmada de viajes y anécdotas, inspirada en el Je me souviens (Me acuerdo) de Georges Perec. Seguir leyendo.


Hay ciertos momentos en los que volver atrás se hace forzoso. Cuando vemos el colapso de una sociedad, cuando se registra y se retrata la podredumbre de un modelo económico o político, cuando la secuencia de historias cotidianas refleja un efecto acumulado o cuando la tragedia del siguiente día supera la del anterior, es necesario volver atrás y ver en dónde fue que nos perdimos. Seguir leyendo.


Por contradictorio que parezca, en este mundo de excesos a veces todo el latir de nuestras vidas se expande y se contrae en una sencilla palabra: amigo, hogar, atardecer. Sin importar la ciudad donde nos encontremos, los supermercados exhiben anaqueles repletos de alimentos perfectamente empaquetados o enlatados, siempre listos para ser adquiridos por millones de personas, habitantes de países como México, donde el 75 por ciento de la población adulta sufre problemas de obesidad, ¿no es un exceso? Sujetos densos en sociedades líquidas, son los días del hiperconsumo. Seguir leyendo.


En otoño de 2014, justo a finales de septiembre comenzó esta aventura periodística cuyo acento, desde un inicio, ha estado puesto en propiciar el cruce de miradas a través de la diversidad cultural que a diario nos ofrecen a granel dos países, España y México. Una andanza que además tuvo y sigue teniendo el cometido de no convertir este territorio de palabra en un fácil escaparate en el que se exhiben productos como en tienda departamental, donde se puede encontrar prácticamente de todo. No, la pluma con la que se escriben estas líneas tiene otra tinta y el papel en el que se plasman un gramaje distinto que solo se consiguen pensando la cultura en su sentido más amplio, aprendiendo a saber qué mirar y cómo mirar en una apuesta por ofrecer a ustedes, los lectores, un material valioso por lo rico de su sustancia, que merezca abandonar por un momento la prisa para mirarlo. Seguir leyendo.


El oro, la plata y el platino son ejemplos de metales preciosos, aquellos que tienen como característica el encontrarse en estado libre dentro la naturaleza sin mezclarse con otros elementos y que al ser poco abundantes, su precio es alto. Tal es el caso del Rodio, un metal que se cotiza incluso por arriba del oro. La música, como estas menas, también es sinónimo de libertad, pero su valor va mucho más allá del monetario al ser una de las artes que más fácilmente se cuela por la piel y echa raíces en el interior de quien la escucha. Justo eso sucedió cuando mis oídos percibieron las primeras notas que finamente pero con gran potencia, emitieron la tuba, el corno francés, la trompeta y el trombón, otros metales preciosos. Seguir leyendo.


Lo siniestro y morboso en todos sus grados, así como el abanico de sensaciones que causa pensar en la muerte, son rasgos distintivos del terror cinematográfico. Pero antes de adentrarnos en asuntos necróticos, comencemos por lo más esencial. La palabra terror viene del latín terror, que a su vez se deriva del verbo terreo (hacer temblar) de raíz indoeuropea y de tremo (temblor), de modo que terror es el principio del temblor. Palabras como terrorismo, trémulo y terrible son parte de la misma familia léxica. Más allá de su etimología, podemos definir el terror como el miedo, fobia o rechazo en su escala máxima que experimentamos cuando nuestro cerebro es incapaz de procesar de manera lógica y analítica un determinado suceso, y que en algunos momentos, literalmente “nos paraliza”. Seguir leyendo.


Sentirlo todo y de todas las maneras posibles. Vivirlo todo en todos los sentidos posibles. ¿Quién se atreve? Ellas, las Lías y Lorenzas dibujadas por Foucault, las mujeres que escriben y se desnudan en las palabras, las que han dejado de ser un mejillón impenetrable y silente, para convertirse en levadura de los sentimientos que a todos nos genera la a veces luminosa y otras, insoportable realidad. Son mujeres de todos los tiempos y de todas las geografías, universalidades con un contexto propio y local que reflejan en cada verso la imprevisibilidad de la vida. Seguir leyendo.


En alguna ocasión escuché decir a un reportero que el periodismo se trataba de “sacar petróleo de lo cotidiano”; sin duda es una de las frases que mejor define el apasionante oficio de ir descubriendo las isocronías que a diario suceden en las calles. Y es que, si se les aprecia con el suficiente detalle, las vías de una ciudad son como arterías por las que circula un poderoso torrente sanguíneo, sus habitantes, personas de verdad y no avatares como los usados en las redes sociales, los auténticos urbanistas de las áreas más densamente pobladas del planeta. Seguir leyendo.




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